Compartir la vida con un ser lleno de luz te ayuda a iluminar tus días más oscuros.

sábado, 24 de febrero de 2024

ANOCHE EN UMBRETE.

 Lo estaba deseando, cuando me enteré que mi hijo, Jesús Bou, cantaba con su comparsa "La Fiesta" en el Teatro de la Villa de Umbrete hice lo posible por encontrar entradas, tenía ganas de volver por allí.

Encontré las dos últimas, y anoche me dirigí a Umbrete, siempre diré que es mi segundo pueblo, a reverdecer laureles.
Fue un verdadero placer sentir que, después de 13 años que mis ojos me hicieron dejar mi puesto de trabajo, donde estuve otros 13 años, todavía hay gente que se acuerda de mi.
Saludé a varias personas, clientes que fueron de la oficina de la Caixa donde yo trabajaba.
Como siempre la amabilidad desborda a las gentes de Umbrete, amabilidad que tienen también con los que trabajan desde septiembre en agrupaciones carnavalescas para dar un buen espectáculo.
Como bien dijo el presentador, Umbrete ha contratado a chirigotas, comparsas y hasta un coro, todos de Sevilla, para su especial noche de Carnaval, cosa que les honra.
La gente de Umbrete siempre fue cabal, honrada, y agradecida, y hoy soy yo el que le agradezco la deferencia con los "carnavaleros" de Sevilla.
Tienen el mismo derecho que los que vienen de Cádiz a ser contratados en su tierra.
Hoy, el Bou que trabajaba en la Caixa de Umbrete, le vuelve a dar las gracias al pueblo de Umbrete, por la acogida a otro Bou, mi hijo Jesús Bou y la comparsa donde canta "La Fiesta".
Como desde hace muchos años, gracias de nuevo Umbrete, un placer haber formado parte de ese pueblo.

Foto actuación comparsa "la Fiesta" en el teatro de la Villa de Umbrete.


martes, 24 de octubre de 2023

UNA PIEDRECITA EN EL CAMINO.

Vas andando por una vereda estrecha hacia un sitio determinado; y mientras caminas, vas mirando al suelo.
De repente te encuentras con una piedrecita, del tamaño de una moneda, o más pequeña aún.
¿Qué haces?
¿Te pones nervioso o enojado?, ¿Te molesta?
Pues seguramente no.
Entonces pasas de largo e incluso le das una patadita para jugar un poco, y sigues tu camino.
Más adelante te encuentras con un elefante del tamaño del ancho del camino.
¿Y ahora qué pasa?
¿Te molestas o no?
El elefante obstaculiza todo el camino y no te deja pasar; lo azuzas para que se desplace a un lado, pero los árboles no le dejan moverse demasiado, por lo que no puedes pasar.
Ya llevas un rato esperando, te pones nervioso, te enfadas con el elefante, te molesta mucho su presencia y quisieras firmemente que desapareciera para poder seguir tu camino.
Hasta que el elefante no se desvíó por uno de los ramales del camino dejándote vía libre para seguir adelante, no dejaste de estar enfadado, continuando adelante sin que nada te lo impidiese.
Ahora haz la siguiente reflexión...
Cuando le molestas a alguien en tu vida cotidiana, ¿por qué crees que es?
¿Porque te ve como a una piedrecita pequeña?
¿O porque te ve como a un gran elefante?
En cualquiera de los casos (amor, enemistad, rivalidad, belleza, simpatía, y un sinfín de cosas más, si crees que te ve como a un elefante, deberíamos meditarlo.
Extraído de una historia budista.



Foto de mi amiga Isabel Rodríguez Camacho.




jueves, 16 de junio de 2022

EL CUENTO CHINO.

Érase una vez un país democrático, dividido en autonomías, que citaba a las urnas a los vivientes en los lares de la circunspección.
Érase que, a pocos días de las elecciones, las bocas de los buzones de las casas vomitaban atemorizadas una cantidad ingente de sobres y panfletos de los candidatos a los sillones.
Érase, que nuestro abuelo valiente, se entretuvo en abrir uno por uno, los sobres "descarados", "descarados" porque en algunos sobres había más caras que papel.
-¡Mire usted señor, que es usted muy feo para salir en tantas fotos! (musitaba entre dientes).
Érase que el votante, el verdadero protagonista, extrajo los papiros verdes con el catálogo de personas desconocidas que aspiraban a una "poltronita", porque las poltronas, esas ya tenían los nombres y apellidos tallados en la cabecera de las mismas, salvo sorpresa extrema.
Érase que el humilde elector, después de leer los programas delineados en negro sobre verde, llega a la misma conclusión de siempre:
Todos van a salvar de la ruina a la sanidad pública, todos van a arreglar la educación pública, y todos, digo bien, todos, van a salvar este terruño tan maltratado desde hace ya siglos por la pobreza y el desempleo juvenil; además de salvar las pensiones, y muchas cosas buenas más.
Érase, que el jubilado, que al final era quien junto a otros, ponía a cada uno allá arriba, en ningún sitio leyó que se iban a recortar el 60% de los cargos políticos, entre diputados, asesores, chupópteros y "correveydiles". Tampoco leyó que se fueran a realizar recortes en los emolumentos que percibirán los diputados electos (la mayoría desconocidos); no ya recortar, ni siquiera el compromiso de que no se los van a subir.
Érase una vez que nuestro protagonista coge un rotulador negro, de esos de los gordos; hace un avioncito con cualquiera de esos folletos que han llegado a sus manos en un despilfarro indecente de papel, y dibuja con letra gorda, en las alas: ¡IDOS A LA MIERDA!
El domingo abrió a las nueve menos cuarto de la mañana, de par en par, la ventana de su piso; pausadamente se acercó al dintel, con el avión que había confeccionado mientras realizaba la tan traída y llevada: jornada de reflexión.
El tiempo, incluso se ha aliado con los votantes, la temperatura ha bajado un buen trozo hoy, y nuestro protagonista recibe un beso de fresco mañanero al asomarse a la ventana. Levanta su brazo, curtido por mil batallas, y empuja el volantón apuntando directamente al colegio donde se dirimirá la votación.
El aeroplano de papel sortea ensimismado los recovecos de las ramas de los naranjos de la calle, se eleva con una ínfima racha de aire al llegar a la esquina, y enfila su bajada, directamente hacia la ventana del aula donde se reúnen los cargos de la mesa: presidentes, vicepresidentes, los vocales, los suplentes y todos los interventores de los diferentes partidos concurrentes a las elecciones.
El avión hace un "looping" increíble cerca del techo de la estancia y va a aterrizar en la mismísima mesa.
Todos los asistentes tuvieron la oportunidad de leer el redactado del abuelo con rotulador antes que el avioncillo se autodestruyera emitiendo el sonido estridente de una pedorreta.
Y colorín colorado, este cuento chino de las elecciones autonómicas ha acabado; como otras tantas veces.

Foto de mi amiga Juani Mora.


martes, 24 de mayo de 2022

EN CINEMASCOPE.

Todavía el Dios Ra no había abierto los ojos, no había despertado; los míos sí estaban de par en par, miraba el techo de la habitación con el suspiro de luz que emitía el "standby" del televisor del dormitorio; la luz se reflejaba en la techumbre con un halo verde que imprimía un color suave alrededor de la lámpara.
Al fondo se escuchaba la diaria melodía del barrendero que iba dando topetazos continuamente con el recogedor amarillo-metálico, barrer no se si barrería mucho, pero abollar coches, contenedores, y quicios de puertas, seguro que sí.
De pronto una ráfaga de luz blanca-celeste inundó el techo de la habitación y se encendió una pantalla en el cielo raso al que miraba.
Estaban mi madre y mi padre preparando la gigantesca sombrilla, rodeada de sabanas usadas, que erigían cada vez que nos acercábamos a la playa en el Seat 600 humeante, sí humeante, había que ponerle agua al radiador cada cincuenta kilómetros.
Me quedé sorprendido al poder cambiar de canal solo con la intención, apareció mi abuelo Manolo intentando hacer una vida normal cuando sus circunstancias no eran ya las más adecuadas por su enfermedad; pero ahí seguía, con sus tropezones, sus caídas y con atragantes a la hora de beber lo que no debía.
Cambio a otro canal y veo a mi hijo el mayor en la cuna, expresando la inteligencia privilegiada que atesora solo con la mirada, todavía no hablaba con la boca y lo hacía con los ojos; mientras, el pequeño se asoma a los barrotes de la cuna con esa mata de pelo negro, pidiendo agua, bendito agua, y con esa faz que ya denotaba su capacidad de impartir clases.
Salto a otra emisora y asoma la rija de un ojo por donde trascurre una lágrima, la escena se va abriendo y tras el ojo aparece una cara, la mía, un traje gris oscuro, unos zapatos negros, un ataúd de madera, y un sollozo de despedida para el que fue mi padre...
¡Qué joven se fue, joder!
Otro canal...
Me siento engañado, traicionado, olvidado, negado, ninguneado, pero esto se difumina en lagunas de humo que carecen de sentido.
Intento volver con mi intención a la emisora que emitía las imágenes de mis hijos, pero me fue imposible, el carrusel de cadenas seguía incansable destilando imágenes y mis sentidos continuaban impertérritos observando el techo.
Mi madre, menuda, delgada se erige inmensamente grande llevando a cuestas todas las labores de la casa, su taller de bordado, las comidas, la ropa, la de su marido y la de sus hijos; ¡Qué mujer más grande en un cuerpo tan pequeño!
En esta nueva escena destaca la estatua de San Fernando de la Plaza Nueva en Sevilla, vista desde arriba, desde la azotea de la quinta planta del Banco de Sevilla; despertaban allí los ordenadores, el desperezar de los módems, de los teclados, de los lectores de códigos de barra, y esa pantalla de fósforo verde que tanto daño ha hecho a los ojos de los operadores.
Zas, una cabellera rubia que se asoma al techo, grande, excelsa, dulce, divertida, con una sonrisa tan atractiva como su mirada...
¡Y va y me guiña un ojo!
Pasa de nuevo el canal, y aparecen amigos que se fueron hace mucho tiempo...
Mi compadre Juanjo con su potente risotada, Vento, Enrique, Guillermo, los Eustaquio, Manolo Hidalgo, y últimamente Julio Castro; intentaba mirar por encima de los hombros de los que estaban en primera fila, para descubrir quién estaba detrás, pero me resultaba imposible, eso sí, era mucha, mucha gente.
Detrás de todos ellos se erigía una potente luz blanca que distorsionaba las facciones de los que se asomaban al techo de la habitación, y que me llamaba; cada vez la luminosidad era más brillante y blanca y cada vez se perdían más las caras de los amigos.
La luz inundaba rápidamente el techo y las paredes de la habitación, la luminosidad era invencible y no tuve más remedio que cerrar los ojos para no deslumbrarme.
Cuando despertó definitivamente el sol, mis ojos continuaban abiertos, pero ya no veían nada, el aire no entraba en mis pulmones y el corazón había dejado de latir definitivamente.
Mi cuerpo quedó ahí, inerte, recibiendo visitas, sollozos, lamentos y lutos, la mayoría de cumplimiento (como decía mi amigo Rafael Sousa: cumplo y miento); pero yo, lo que se dice yo, ya no estaba allí, súbitamente me había introducido en el foco de luz que centelleaba a la altura de la lámpara del techo de mi habitación despidiéndome de mi máquina, de este mundo extraño y de todos los que en un momento perdieron su tiempo en quererme, aunque fuera solo un poco; los demás y las demás (haré un poco de lenguaje inclusivo) me dieron, me dan y me darán eternamente igual.






martes, 23 de febrero de 2021

EL PARQUE.

    La anciana se deslizaba sobre sus negras zapatillas arrastrando un poco los pies; con su andador, ese que le habían dado nuevo en la Seguridad Social, iba aferrada fuertemente a su salvador, a ese artefacto que le hacía sentirse segura cuando paseaba, y que le servía de asiento si necesitaba descansar, llevaba su mascarilla, seguramente con más de cuatro horas de puesta.
Hoy, había decidido pasear por el parque de la iglesia, aunque era un esfuerzo superior al de todas las jornadas; merecía la pena por el simple hecho de deleitarse con los colores irisados de los árboles del paseo, embelesarse con el trino de los pajarillos anidados en sus ramas y observar a lo lejos, ese sembrado de cruces blancas que destacaban por encima de las paredes blancas del cementerio de la parroquia…
-Todavía queda un poco lejos.(Pensó para sí)
Cuando llegó a la altura de los bancos de hierro, los que los peques de la escuela habían coloreado cada uno de un color, rememoró viejos tiempos en los que iba con su abuela al mismo parque, por el mismo caminito y se sentaba en los mismos bancos para alimentar despacio a las palomas torcaces que se acercaban en busca de alimento.
Miró de soslayo al que estaba pintado de verde y blanco, y se dijo:
-      Hace mucho que no me siento en un banco de estos, hoy lo voy a hacer en este.
Buscó en la parte de abajo del andador donde llevaba la barrita de pan que había adquirido hacía menos de media hora para el almuerzo,  y cortó con sus artríticos dedos un trozo, se sentó en al banco ayudada por su inseparable y multifacético andador y fue desgranando migaja a migaja el trocito de pan, regando el suelo poco a poco, viendo como las palomas y los pajarillos se iban acercando dubitativos en busca del sustento, hacía tanto tiempo que nadie les echaba alimento, que estaban reacios a comer; pero pronto descubrieron que no había ningún tipo de peligro y empezaron a picotear.
Manuela agachó la cabeza y la escondió entre sus manos, se sentía sola, triste, y por supuesto, dolorida; se agolpaban tantas cosas en la cabeza que…
-      ¿Abuela, le pasa algo?
Manuela levantó la cabeza lentamente y la descubrió frente a ella; era joven, atractiva, con sus mallas verde oliva y su top blanco, llevaba unos cascos con el lado derecho descolgado, unos patines de ruedas en línea y unos ojos agradables, pero no pudo descubrir sus labios porque el carnaval del Covid también había llegado a la cara de la joven…
-      Cariño, no me pasa nada y me pasa todo.
-      Pero…
-      ¿Se encuentra mal?
-      Estoy triste, si a estar triste se le puede llamar estar mal, estoy mal.
-      Vamos mujer, levante la cabeza por favor, ¿Me permite que me siente con usted un ratito?
-      Claro hija, claro.
-      ¿Puedo ayudarla en algo?
-      No hija, desgraciadamente no puedes hacer nada.
-      Está bien, pero ¿Me permite que me siente?
-      Claro.
La chica se acomodó al lado de la anciana, mientras esta seguía alimentando a las palomas ella empezó a ojear su IPhone despreocupadamente.
Manuela la observaba de reojo, y después de cinco o seis pitidos correspondientes a otros tantos mensajes de WhatsApp, ya no pudo más...
-      Yo también tengo uno...
Escudriñó en el bolso negro, aviejado y logró encontrar un móvil, antiguo, con el brillo apagado, pero encendido, alerta a cualquier llamada.
-      ¿Ves? Es viejito, pero para lo que lo necesito me basta; lo tengo para llamar cuando necesite algo, porque lo que es que me llamen, parece que a mis hijos y mis nietos se les ha borrado mi número de sus teléfonos, viven fuera y hace más de una semana que no se preocupan por contactar conmigo.
Vivo sola, todavía me puedo hacer mis cosas, pero cada día me cuesta más trabajo salir adelante; sobrevivo con la paguita de mi marido, con ella: como, pago los pequeños gastos y medio me visto.
La chica se quedó mirando a los tristes ojos de la anciana…
-      Es usted una luchadora, veo en sus ojos el reflejo de la lucha, de la necesidad, de la pasión, del dolor, es un sinfín de sensaciones los que producen sus iris.
 
-      Querida niña:
Nací en plena guerra civil hija, sobrevivimos gracias a un vecino que nos escondió en un zulo hasta que pasó lo más gordo; pero después vino lo peor, la postguerra, el hambre; sí, mucha hambre. Toda la vida haciendo las cosas de casa, aviando al marido, a los hijos, cuidando a Pepe hasta que se fue, casando a mis hijos, y ahora, cuando necesitaba un poco de paz, viene este maldito bicho a estropearlo todo.
La joven se revolvió en el asiento dándole la cara a Manuela para hablarle de frente.
-      No se venga abajo abuela, al final todo saldrá bien, si ahora mismo no lo está del todo, es que no ha llegado al final, tranquilícese y procure no preocuparse tanto.
Manuela cogió el móvil de nuevo, lo sacó de esa funda parecida a un calcetín tobillero color azul marino,  en la que se refugiaba, lo miró fijamente…
-      ¡Y este maldito móvil sin hacer ni un mínimo de ruido!
-      ¿Está cargado abuela?
-      Siii, todas las noches lo dejo cargando en la mesilla de noche, ¿ves?, tiene todas las rayitas.
-      ¿Me deja verlo?
-      Claro hija.
La chica cogió el móvil de la abuela con sus delicadas manos, como si estuviera manipulando los recuerdos dorados de la tumba del faraón Tutankamón.
-      ¿Me dice usted la clave para desbloquearlo?
-      Claro mi niña, 19 03 la fecha de mi matrimonio, el día de San José.
Tecleó 19 03 y se abrió el móvil, súbitamente una lucecilla en la parte de la derecha arriba indicaba que tenía más de once llamadas perdidas, pulsó la tecla correspondiente, y había: tres de JOSÉ MARÍA, cinco de MANOLI, y tres de JOSE MARÍA NIETO. A la jovencita se le encendió la bombilla y accedió a la tecla de sonidos observando que el móvil estaba en silencio.
-      Abuela mire, seguramente le habrá dado sin querer a alguna tecla y ha dejado usted el móvil en silencio, es normal que no reciba llamadas, tiene usted aquí más de diez llamadas perdidas.
-      ¿Ah sí? Contestó Manuela.
-      Claro, ve, usted le da aquí y se queda en silencio, y después pulsa en este otro sitio y de nuevo tiene sonido.
¿Ve cómo sus hijos no habían dejado de llamarla?
Todo irá bien, cuando esto pase, cuando se domeñe a este bicho, sus hijos vendrán, y sus nietos, y su vida cambiará 180 grados.
Me marcho ya, voy a seguir con mi ejercicio diario, ¿Me da un beso?
A la abuela se le saltaron las lágrimas, cogió de nuevo su móvil y pulsó: CONTACTOS, buscando a: JOSÉ MARÍA; pero antes de pulsar para llamar, volvió su arrugado rostro hacia la simpática joven y le dijo:
-      ¡Claro que te doy un beso, y dos! Muchas gracias. Por cierto, ¿Cómo te llamas guapa?
La chica plasmó dos besos en la mejilla de Manuela, se colocó los cascos para escuchar música mientras patinaba y le contesto:
-      Mi nombre es Esperanza, pero todo el mundo me conoce por  “Espe”.




Foto extraída de la página: freepik.es







miércoles, 2 de diciembre de 2020

MI BELÉN DE PORCELANA.

Como todos los años, ayer día 1 de diciembre empezó el mes de la Navidad, y este año no iba a ser menos.
Pausadamente, mi vista y mi brazo no me dan para más, he subido las escaleras por las que accedo al sobrado ("soberao" para nosotros), y una a una he bajado las cajas donde guardo cada año las figuras de mi Belén. 
Con delicadeza he colocado las tablas en los caballetes destinados para ellas, son más que antaño porque el año pasado añadí algunas; he depositado el serrín, y lo he distribuido cuidadosamente por encima de ellas; con papel marrón grueso he creado poco a poco los restos de las murallas almohades que he ido repartiendo por los laterales de la plataforma: con corcho blanco, he fabricado la torre, el minarete de la mezquita, el jardín y la parroquia-mezquita. He ido haciendo las casetas de las figuras que colocaré en el Belén: La pescadería, la de carne, la adivina, la costurera, la panadería, la verdulería, la taberna; haré el horno para los ladrillos, la tienda de telas, y la del chivito.
Las luces las he colocado en el techo, simulando el sol y la luna, ora luz, ora tinieblas.
He utilizado el papel de aluminio para el rio y el lago, y he colocado el puente para poder cruzarlo. He colgado la estrella en la parte de la muralla donde he ubicado el portal, y detrás adosada a la fortificación, no he tenido más remedio que pegar una foto de la Morena del Barrio de San Pedro, la Virgen de las Angustias.
Por la tarde me he entretenido en sacar las figuritas de porcelana, cuidadosamente he ido desenvolviendo cada una de ellas, poco a poco, para no dañarlas.
La primera ha sido la del sumo sacerdote del Sanedrín, después los miembros, que he ido progresivamente colocando al lado de la escalinata y que están celebrando un juicio a un mendigo que aparece subyugado; y en la puerta de la estancia coloco al revolucionario zelote flanqueado por tres guardias de corps romanos.
Ahora sale el buey y la mula que ubico en el portal junto a la muralla, y también un perrillo pequeño; ¡El ángel!, lo coloco encima de la muralla junto a la estrella.
San José, la Virgen, el niño (que siempre lo he puesto cuando he montado el portal, nunca lo he guardado para el día de nochebuena), no me parece de recibo que José y María, el buey y la mula, estén haciendo un paripé sin niño al que adorar.
Cada vez estoy más nervioso, quito la protección al alfarero y coloco su figura junto al horno de los ladrillos, voy desliando soldados romanos, guardias del Sanedrín, aparece por ensalmo, Herodes I el grande y sus sibilas, los caballos y los tres Reyes Magos; el tabernero, las costureras, el pescador, el panadero y voy colocando cada figura en su lugar correspondiente.
La vendedora de telas y su padre, los vendedores ambulantes; ¡Ohh, la pitonisa! .
Cada vez quedan menos rollos de plástico de pompitas con figuras; por cierto me tengo que acordar para el año que viene de comprar un "caganet" no hay Belén que se precie que no tenga uno.
Más soldados, un burro, chiquillos que están en posición de jugar, la vendedora de perfumes e inciensos; ya me estoy impacientando, no queda casi nada y no me encuentro, ni tampoco a la rubia del chivito.
- ¡Ah, por Dios, no me acordaba que esas dos figuras las había guardado desliadas en la cristalera de la vitrina para que lucieran en casa!
Desenrollo los últimos hatillos, borregas, chivitos, gallinas, pollos, y un sinfín de animales.
Todo está colocado, incluso las dos figuras de la vitrina, pero este maldito año 2020 solo podré ver el Belén en mis sueños, así como los figurantes que componen el elenco; todo se ha tenido que aplazar para el año que viene...
Yo seguiré cerrando los ojos el día seis, el siete, el ocho, el once, el doce y el trece para soñar con nuestro Belén Viviente, aunque este año, por mor del puñetero virus, haya tenido que sacar mi Belén de porcelana.
Feliz navidad a todos y a todas.




Foto extraída de la página de facebook

jueves, 20 de diciembre de 2018

CUENTO DE NOCHEBUENA.


Se levantó del sillón, estaba exhausto, las gotas de sudor correteaban entre su piel y la barba y la melena blanca postiza.
- ¿Cómo es posible que a nadie se le ocurra bajar la calefacción de los hospitales?
-¡Es imposible estar aquí vestido de Gambrinus/cocacolero con esta ropa del polo norte!.
- En fin, es hora de ir a casa, parece que la gente no se cansa de pedir ni en Nochebuena.
Entró en el vestuario, se cambió, dejó el disfraz para el año próximo y vestido de calle, abrigado y arropado por su bufanda se dirigió a casa.
Si en el Virgen del Rocío hacía calor, su piso era otra cosa totalmente diferente, vacío (a sus hijos les tocaba cenar con su madre), apagado y destilando tristeza por las paredes.
¿Cuántas personas estarían igual que él en esta noche?; muchísimos, millones, estarían incluso mucho peor.
Hizo de tripas corazón, encendió la calefacción mientras se duchaba con agua casi hirviendo; se secó y se enfundó en ese albornoz esponjoso que le regaló, la que fue su suegra, una navidad, y que tanto le gustaba sentir en la piel.
Metió una pizza cuatro quesos espolvoreada con trocitos de pavo en el horno y lo puso a 200 Gº, estaba realmente cansado y por su mente pasaban a mil por hora los deseos de tantas personas que se habían  acercado esa tarde a pedirle cosas; por un momento se acordó de los y las que se habían quedado en el hospital cuidando a los pacientes; al final, los enfermos, serían la familia de los que estaban trabajando.
Pi,pi,pi, el horno terminó su trabajo y sacó la pizza humeante, se abrió una lata de cerveza, cortó detenidamente el manjar navideño que tenía delante, aprovechando así que se enfriara, y de un trago apuró la mitad de la bebida.
Encendió la televisión, pero realmente no estaba prestando atención a lo que ponían; más bien lo utilizaba como un run-run musical que le hacía sentirse acompañado.
Degustó poco a poco la pizza, despacio y soplando, y antes de consumir la mitad se abrió otra cerveza, estaba relajado, y también agotado; los cuatro quesos le estaban sabiendo a gloria, no eran jamón, ni langostinos, ni guiso de carne, pero sí una comida que le gustaba desde hacía mucho tiempo.
Remató la pizza con otra cerveza, y de pronto en la televisión sonó esa sintonía especial que solo aparece para los avances informativos, cogió la cerveza, se echó hacia atrás apoyándola en su tripa, y levantó la cabeza mientras el presentador decía:
- En una reunión exprés, entre el presidente de la Generalitat Quim Torrá y el presidente del gobierno Pedro Sánchez, han llegado a un acuerdo de colaboración para arreglar la situación actual en Cataluña, ambos han pedido disculpas por los desmanes que hayan podido cometer y han firmado la paz.
Siguió escuchando las noticias...
- Todos los presos se han arrepentido públicamente de sus actos.
- Hoy hace una semana que no ha naufragado ninguna patera, ni se ha tenido que rescatar a nadie de las aguas del estrecho.
- Todos los violentos han depuesto su actitud y solo desean la paz.
- En este momento no hay ninguna guerra abierta en ninguna parte del mundo, y muchas de las personas poderosas reparten parte de sus bienes entre los que menos tienen.
Y el wathssap seguía con su tintineo ininterrumpido en estas fechas, no tenía ganas de contestar a nadie, estaba concentrado en las noticias de la tele.
El locutor y la locutora continuaban..
Se han vaciado todos los asilos y residencias de ancianos, los hijos, nietos y sobrinos han dedicado la tarde a recoger a sus familiares para llevarlos a casa, el caos circulatorio, gracias a Dios había remitido.
- Muchas personas también salieron para arropar a las gentes que estaban en los cajeros o zaguanes para llevarlos a casa y prestarles su ducha y regalarles un plato de comida.
- Sorprendentemente, los hospitales se han llenado de visitas de la familia para estar con los enfermos esta noche.

De pronto, sintió frío a la altura de la boca del estómago, la cerveza se le había derramado encima y había calado el blanco albornoz, en la pantalla emergía sublime la blancura de un palacio, un blanco piano, la blanca ropa de Yoko, y las gafas amarillas de John Lennon; sonaba...

Imaginad que no hay paraíso
es fácil si lo intentáis,
ni infierno bajo nosotros
encima, solo el firmamento.
Imaginad a todo el mundo
viviendo el día a día.

imaginad que no hay países
es fácil hacerlo
ni nadie por quien matar o morir,
y tampoco religiones;
imaginad a todo el mundo
viviendo su vida en paz.

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único,
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo será de todos.

Imaginad que no hay posesiones
me pregunto si puedes;
sin necesidad de avaricia o de hambre;
una hermandad de hombres.
Imaginaros a todos
compartiendo el mundo.

Puedes decir que soy un soñador
pero no soy el único,
espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo será solo uno.

Abrieron los noticieros y Cataluña estaba igual, o peor si cabe; y etc, etc, etc.
Eran las nueve la mañana del día de Navidad, y las noticias que había escuchado fueron una farsa muy bien concebida por su subconsciente, que le había dictado en un sueño lo que él hubiera querido escuchar, y más que un sueño, fue un cuento de Navidad, un cuento como el de todos los años.
Es exactamente lo que tenemos todos en estas fechas: cuentos.
Desear, desear, desear y desear y no poner ni un gramo, ni un grano, ni un céntimo para que las cosas que deseamos sucedan.
La lotería de navidad ya pasó, fue el veintidós, no esperes que las cosas que deseas te toquen en un sorteo.
Más de que lleguen los mensajes, las llamadas, o los escritos, procura que tus actos sean un regalo de Navidad para los que te rodean.
Feliz Navidad.