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martes, 1 de septiembre de 2015

LA FÁBULA DE LA VACA.

Había una vez un granjero que se apellidaba “Paíx”, tenía una vaca muy bonita, tan bonita que todos los demás granjeros de la región estaban enamorados de ella. Estaba bien criada, rolliza, mucha yerba para comer, sol, agua, todo estaba a su favor. La vaca se llamaba “Apáña”. Esta vaca tenía dos terneritos a los que estaba amamantando con sus enormes ubres.
Las ubres estaban repletas de leche y eso se notaba en los terneros; si bien “Tico” era mucho más hambrón que “Dano”, había leche suficiente para ambos y sobraba para alimentar a una ternerilla sin madre (que murió ahogada en la alberca) y a la que bautizaron como “Grante”.
La vida marchaba feliz en la granja ya que “Paíx” no tenía problemas, y todos estaban contentos.
Pero ese verano vino con los cables cruzados, un sol aterrador y poca agua; el pasto se secó rápidamente, y el agua del riachuelo se evaporó a gran velocidad ya que el desmorone de una construcción impedía el paso del agua desde el río principal.
Las cosas empezaron a ir mal, “Apáña” tenía menos comida y menos agua y por tanto su producción de leche empezó a disminuir.  “Tico” no perdonaba su ración doble, “Dano” tampoco perdonaba la suya y la que sufrió las consecuencias fue “Grante”. Cada vez quedaba menos leche para ella, no había pasto (si nó hubiera podido comer de él) y se llevaba el día vagando por el campo, de granja en granja buscando algo que comer; hasta que los otros granjeros cercaron sus fincas con vallas impidiendo el paso de “Grante” para que por lo menos pudiera alimentarse.
“Paíx” ya no tenía leche que vender para comprar un poco de pienso para “Apáña”, ésta se alimentaba del poco pasto y de la poca yerba que crecía a la sombra de los pocos árboles que iban quedando con hojas en la granja, y claro, cada vez había menos leche.
“Tico” seguía engullendo su ración sin tener que ver nada con nadie, en este caso ni su hermano de camada le importaba un pimiento; él a lo suyo. “Dano” empezó a notar que la leche se acababa más pronto que antes y que su ración empezó a ser menor, “Grante” desapareció camino de otros sitios en los que pudiera habilitarse un poco de comida, sucumbió lamentablemente atropellada por un camión al intentar cruzar la autovía para entrar en la gran ciudad.
“Apáña” cada vez estaba más delgada, “Tico” seguía y seguía degustando su ración de leche sin ninguna restricción  y quien sufría las consecuencias – como siempre-, era “Dano” ,para el que la ración era cada vez más reducida.
Cada día “Tico” estaba más fuerte que “Dano” (se alimentaba mejor) y lo cohibía más, le obligaba a lamerlo para limpiarle la mierda,  si no, no le daba opción casi ni de acercarse a la ubre de “Apáña”.
Mientras “Paíx” pasó en poco tiempo, de ser un granjero modelo, a estar mal mirado por sus vecinos y dado el cariz que estaba tomando su granja empezaron a ayudarlo con el grano que les sobraba y “Paíx” no se percataba que poco a poco los granjeros de alrededor terminarían quitándoselo todo, incluso a “Apáña”.
El grano no era suficiente y nuestra protagonista seguía debilitándose y mientras “Tico” seguía sin ningún problema, “Dano”, que ya padecía desnutrición, empezó a enfermar, cada día estaba más débil y viendo (ya era más mayor) que cada vez estaba peor; una noche se armó de valor y echó a andar carretera adelante, sin saber a dónde llegaría y abandonó para siempre a “Paíx” y a su madre “Apáña”.
Eso a “Tico” le vino genial, ¡Toda la teta para él!, disfrutaba todos los días ingiriendo toda la leche que producía su madre, “Paíx” estaba metido en una espiral sin retorno y “Apáña” iba de mal en peor. Cada vez producía menos leche y sus reservas eran cada vez menores, se estaba quedando enclenque y macilenta; casi no se podía tener en pie pero “Tico” no perdonaba ni una sola toma.
Pasaron los días y “Tico” se quedó sin teta, sin madre, sin “Apáña” y sin Paíx”, y ya se imaginarán que le pasó a “Tico”, solo, gordito y bien criado, en medio de una granja con los lobos que siempre estaban rondando y que “Paíx” mantenía alejados, al no estar éste ya...
Pues eso.
Moraleja. ¡La avaricia siempre rompe el saco!.
Todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

Foto de mi amiga Juani Mora.




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