El primer capítulo de esta
mini serie, que podéis leer en este mismo blog, terminaba así:
"El capataz y los
sub-capataces seguían en sus trece, dale que dale, sin ser conscientes de la
debacle "melonar" que se avecinaba, el administrador decidió enviar a
capataces de otras partes del melonar para que hicieran que esa parcela volviera
a la normalidad."
CAPÍTULO II
El capataz y los sub-capataces
se reunieron un día para tomar una decisión, los peones que estaban de acuerdo
con la construcción de la cerca, se agolpaban progresivamente en las
parcelas solicitando a sus dirigentes que levantaran ya de una vez la tela de
malla.
Esa tarde, aciaga para el
melonar porque ya no volvería a ser el mismo, tomaron la decisión de confirmar
la separación, los peones partidarios se volvieron locos celebrándolo, corrió
el mosto y la música, y todo se auguraba felicidad y buen rollo.
Pero...
En ese mismo momento, el
administrador junto con sus ayudantes y otros capataces decidieron terminar con
esa aventura; enviaron a 155 emisarios para tomar el control de la parcela;
decidió elegir en dos meses a nuevos capataces y sub-capataces, destituyendo a
los que actualmente había. Algunos de los antiguos sub-capataces fueron citados
por el administrador a la caseta de los aperos, que estaba en la parcela
central donde residía, para que explicaran por qué habían tomado esa decisión
tan dañina para el melonar y en especial para su parcela.
Los sub-capataces cesados se
negaron a explicar nada, dando la callada por respuesta, y para más
"Inri", tenían en su parcela cantidad de víveres guardados, que
presuntamente habían ido escamoteando de los que el administrador les enviaba
para la ayuda a los peones más necesitados; éste decidió enviarlos a la gatera
del pueblo hasta que se aclarara la situación.
El ex-capataz y cuatro de los
anteriores sub-capataces habían desaparecido, no se presentaron en la caseta de
los aperos y entonces empezaron a sonar todas las alarmas.
Nadie sabía dónde estaban, y
los guardas forestales que se habían desplazado a la parcela empezaron a
buscarlo; registraron la caseta de la contabilidad y los almacenes de vivieres,
abonos, fitosanitarios, provisiones y aperos, descubrieron muchas
anomalías porque no coincidía lo registrado con lo anotado; y el ex-capataz
seguía sin aparecer.
La siguiente noche, en el
melonar del al lado, apareció el ex-capataz; se subió en un taburete y con un
megáfono grande empezó a despotricar de los que actualmente administraban la
parcela, se auto proclamó capataz en el exilio, buscaba el apoyo del
administrador y capataces del melonar adyacente, pero pinchó en hueso; solo
recibió apoyo de un capataz de aquel melonar que tenía idénticos delirios que
él mismo.
El ex-capataz siguió durante
días y días gritando desde el taburete a través del megáfono, algunos de los
anteriores sub-capataces ya reconocieron que no era factible la construcción
de la valla y acataron la acción de los 155 emisarios (bien sea dicho, que eso
es lo que declararon, otra cosa es lo que realmente creyeran, quizá pensando en
las próximas selecciones); el administrador solicitó que se presentaran
candidaturas para hacerse cargo de la gerencia, de la ya tan traída y llevada
parcela del melonar; algunos declararon públicamente que no estaban realmente
preparados para independizarse con un muro; que la declaración de construir la
alambrada era un amago para meter miedo; pero, mientras tanto, el minucioso
examen de los contables y guardas forestales,que formaban parte de los 155
emisarios, cada vez encontraba más pruebas de la presunta malversación de los
víveres que circulaban por la parcela; y el ex-capataz, seguía hablando desde
el melonar de al lado, sin dar la cara como ya lo habían hecho sus compañeros.
Un día se limitó a decir, y se
quedó tan fresco, que él lo que realmente quería era otra relación con la
administración del melonar, no construir la valla.
En fin, ahí sigue la cosa,
esperemos al próximo capítulo de esta saga que ya está siendo mucho más famosa
que Falcon Crest, Dinastía o el mismísimo Dallas.
Continuará...