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martes, 14 de noviembre de 2017

EL MELONAR. CAPÍTULO II

El primer capítulo de esta mini serie, que podéis leer en este mismo blog, terminaba así:
"El capataz y los sub-capataces seguían en sus trece, dale que dale, sin ser conscientes de la debacle "melonar" que se avecinaba, el administrador decidió enviar a capataces de otras partes del melonar para que hicieran que esa parcela volviera a la normalidad."
CAPÍTULO II
El capataz y los sub-capataces se reunieron un día para tomar una decisión, los peones que estaban de acuerdo con la construcción de la cerca, se agolpaban progresivamente en las parcelas solicitando a sus dirigentes que levantaran ya de una vez la tela de malla.
Esa tarde, aciaga para el melonar porque ya no volvería a ser el mismo, tomaron la decisión de confirmar la separación, los peones partidarios se volvieron locos celebrándolo, corrió el mosto y la música, y todo se auguraba felicidad y buen rollo.
Pero...
En ese mismo momento, el administrador junto con sus ayudantes y otros capataces decidieron terminar con esa aventura; enviaron a 155 emisarios para tomar el control de la parcela; decidió elegir en dos meses a nuevos capataces y sub-capataces, destituyendo a los que actualmente había. Algunos de los antiguos sub-capataces fueron citados por el administrador a la caseta de los aperos, que estaba en la parcela central donde residía, para que explicaran por qué habían tomado esa decisión tan dañina para el melonar y en especial para su parcela.
Los sub-capataces cesados se negaron a explicar nada, dando la callada por respuesta, y para más "Inri", tenían en su parcela cantidad de víveres guardados, que presuntamente habían ido escamoteando de los que el administrador les enviaba para la ayuda a los peones más necesitados; éste decidió enviarlos a la gatera del pueblo hasta que se aclarara la situación.
El ex-capataz y cuatro de los anteriores sub-capataces habían desaparecido, no se presentaron en la caseta de los aperos y entonces empezaron a sonar todas las alarmas.
Nadie sabía dónde estaban, y los guardas forestales que se habían desplazado a la parcela empezaron a buscarlo; registraron la caseta de la contabilidad y los almacenes de vivieres, abonos, fitosanitarios, provisiones  y aperos, descubrieron muchas anomalías porque no coincidía lo registrado con lo anotado; y el ex-capataz seguía sin aparecer.
La siguiente noche, en el melonar del al lado, apareció el ex-capataz; se subió en un taburete y con un megáfono grande empezó a despotricar de los que actualmente administraban la parcela, se auto proclamó capataz en el exilio, buscaba el apoyo del administrador y capataces del melonar adyacente, pero pinchó en hueso; solo recibió apoyo de un capataz de aquel melonar que tenía idénticos delirios que él mismo.
El ex-capataz siguió durante días y días gritando desde el taburete a través del megáfono, algunos de los anteriores sub-capataces  ya reconocieron que no era factible la construcción de la valla y acataron la acción de los 155 emisarios (bien sea dicho, que eso es lo que declararon, otra cosa es lo que realmente creyeran, quizá pensando en las próximas selecciones); el administrador solicitó que se presentaran candidaturas para hacerse cargo de la gerencia, de la ya tan traída y llevada parcela del melonar; algunos declararon públicamente que no estaban realmente preparados para independizarse con un muro; que la declaración de construir la alambrada era un amago para meter miedo; pero, mientras tanto, el minucioso examen de los contables y guardas forestales,que formaban parte de los 155 emisarios, cada vez encontraba más pruebas de la presunta malversación de los víveres que circulaban por la parcela; y el ex-capataz, seguía hablando desde el melonar de al lado, sin dar la cara como ya lo habían hecho sus compañeros.
Un día se limitó a decir, y se quedó tan fresco, que él lo que realmente quería era otra relación con la administración del melonar, no construir la valla.
En fin, ahí sigue la cosa, esperemos al próximo capítulo de esta saga que ya está siendo mucho más famosa que Falcon Crest, Dinastía o el mismísimo Dallas.
Continuará...

viernes, 10 de noviembre de 2017

PERO MANOLI...¿QUÉ TE PASA?

Me despierto, un poco desconcertado, en el transcurso de la madrugada; no enciendo la lamparilla de la mesita de noche para evitar despertar a mi Manoli; utilizo, como otras muchas veces, la luz que proyecta la pantalla de mi móvil. Casi a oscuras, me dirijo a la cocina para procurarme un trago de agua fresca de la nevera, me empino la pequeña botella que tengo para ese efecto; y seguidamente, accedo al baño para descargar un poco de líquido, de ese mismo, que hace un momento he consumido.
Como dice el genial Manu Sánchez, en uno de sus famosos monólogos, pululo por el pasillo de vuelta al dormitorio pulsando “cancelar”, “cancelar”.
Pero al pasar por la puerta de la salita, en la oscuridad de la noche, escucho una respiración un poco subida de tono; la lámpara está apagada, el televisor también, la persiana, al estar casi toda bajada, impide la entrada de luz procedente de las farolas de la calle.
Como puedo, y con un poco de miedo, hago un: “cancelar”, “cancelar” , en la puerta de la salita, vislumbrando en el sillón orejero a mi Manoli sentada frente al televisor en los brazos de Morfeo.
Rápidamente retiro la luz del móvil no vaya a ser, que por mor de la mala suerte, se despierte y entonces tenga yo la culpa de que no haya dormido en toda la noche.
Me vuelvo despacio a la cama procurando no tropezar con nada para no hacer ruido, y me acuesto intentando conciliar de nuevo ese sueño interrumpido por la sed, las ganas de miccionar, y el susto de mi Manoli en el salón.
Cuando el despertador me avisa, todavía es de noche como todos los días, al acostarme a media madrugada, cerré la puerta de la habitación, y eso me permite encender la luz de la mesilla para vestirme; hice uso de nuevo del tan traído y llevado “cancelar, “cancelar” para llegar hasta el baño, y allí, acicalarme, peinarme, y perfumarme un poco;  me gusta oler bien.
Paso la mañana y parte de la tarde bastante entretenido en el trabajo, este me permite escuchar la radio y hay dos cosas que no me pierdo si realmente puedo: la cámara de los balones del Yuyu, y la ventana de Carles Francino, ambos de la cadena Ser, había estado escuchando el tema que nos ocupa a diario desde hace meses.
 Deseando llegar a casa para descansar los pies, después de tantas horas de estar sobre ellos en este trabajo que me ha tocado hacer, abro la puerta de casa, y entro al pasillo; volteo la cabeza hacia la salita y cuál fue mi sorpresa, al ver a mi Manoli, en la misma posición que estaba la noche anterior.
Me acerqué suavemente para posarle un beso en la frente…
-      Buenas tardes cariño.
-      Buenas tardes, (me espetó haciéndome con el dedo índice la señal de silencio)
Seguía en la misma postura que durante la noche anterior, con la persiana semi-bajada sentada en el butacón y mirando un televisor que seguía apagado.
Empecé a preocuparme seriamente, algo pasaba, y no era normal esa actitud de mi Manoli; dejé las llaves en el taquillón de la entrada, la cartera, y las gafas de sol; cogí una cerveza fresquita de la nevera, y le di un buen trago.
Me acerqué de nuevo a la salita, todo seguía igual, apoyé el botellín en la mesa y le dije de nuevo:
-      Cariño ¿estás bien?
-      ¿Te pasa algo Manoli?; me tienes preocupado.
De nuevo su dedo índice se acerca a su boca y me invita a guardar silencio.
-      ¿Pero Manoli… que estás mirando, si el televisor está apagado?
Pausadamente, me miró a los ojos, en sus pupilas descubrí un atisbo de locura, la profundidad de su mirada se perdía en el abismo negro de la pantalla apagada.
Me volvió a indicar con su dedo que guardara silencio y me dijo:
-      ¡LO TENGO APAGADO  PORQUE SI LO ENCIENDO, SALEN!.
Como decía mi madre hace mucho tiempo: ¡Que hartura padre cura!.