Compartir la vida con un ser lleno de luz te ayuda a iluminar tus días más oscuros.

lunes, 23 de febrero de 2015

SOLO UN MINUTO.

No sé lo que me ha pasado, hace un momento conducía distraídamente camino de casa después de un estresante día de trabajo; un día estresante como casi todos los días de la semana. Sonó el teléfono móvil y sólo hice el intento de cogerlo, mas de repente perdí el control del vehículo y en un instante vi las farolas  de la autovía del revés, cerré los ojos como acto reflejo para evitar daños, sentí un dolor intenso en mi cadera derecha y también en el pecho y un golpe importante en mi cabeza.
No puedo concretar cómo fue, pero fue….
De repente, desapareció el dolor y pase volando a través de un túnel oscuro y profundo,  al que me cedió el paso una señora vestida de  negro;  tardé un buen rato en salir; durante ese período de tiempo estuve viendo una serie de escenas (como si estuviera en el cine) de mi propia vida, sentí vergüenza en algunos momentos, orgullo en otros e incomprensión en la mayoría de ellos; la luz se hizo al final y salí del túnel. Me encontré revoloteando por encima de las cabezas que se agolpaban alrededor de mi coche destrozado, incluso por encima de la mía, que estaba mirando hacia el cielo con los ojos abiertos recibiendo un beso de vida de un señor que me insuflaba aliento.
Distinguí a lo lejos que llegaba mi padre…
-¿Mi padre, si hace más de veinte años que murió?
-¿De dónde ha salido?
No tardó en explicármelo:
-Hola hijo, ¿cómo estás? Como verás vengo a recibirte a este el “otro mundo”, ahora vendrán los abuelos y tus amigos que ya pasaron a esta parte.

 Me daba cuenta que mi padre, mi compadre Juanjo, mi amigo Guillermo, mis abuelos y los que llegaron después eran diferentes a las personas normales, los conocía perfectamente pero no los podía ni tocar ni relacionarlos con su cuerpo terrenal, pero lo que más me impresionó fue que yo me encontraba en la misma situación; sabía que era yo, que estaba allí pero me veía abajo en la carretera rodeado de gente; ¿Qué estaba pasando?
Mi padre siguió hablando:
-Has pasado a otro nivel en tu existencia, estás abandonando tu vida terrenal y te estás adentrando en otra dimensión; si vienes con nosotros  pasarás la línea que delimita la tierra y la eternidad, traspasarás la raya que delimita el encorsetado y limitado mundo en el que has vivido hasta ahora y te adentraras en un nuevo mundo infinito, lleno de paz, de beneficios, sin odio, sin problemas, sin dolor, en suma felicidad infinita.
- Si vienes con nosotros dejarás para siempre tu actual existencia, a tu pareja a tus hijos y a tus amigos hasta que vengan aquí contigo, si regresas por el túnel despertarás abajo, en tu vida actual y habrá que esperar a otra ocasión para cruzar esta línea. 



Estaba en una encrucijada, por un lado la situación en la que me encontraba era de placer infinito, no me dolía nada, no sufría por nada; por otro lado, quería volver, me resistía a dejar de ver crecer a mis hijos, a conocer a mis nietos,  me resistía a no poder envejecer junto a mi pareja, también había un problema añadido, ¿tendría cuerpo donde vivir?, por lo que veía desde arriba, los que me rodeaban abajo lo estaban intentando con todas sus fuerzas…
Decidí volver, no se cómo ocurrió pero di marcha atrás, me despedí de mi padre con una hasta luego (de eso era de lo que más seguro estaba, que sería hasta luego) y me tiré de cabeza al túnel oscuro del que salí.
La cabeza me daba vueltas, progresivamente fui sintiendo dolor en todo mi cuerpo, oía voces susurrando a lo lejos…
-Parece que ha vuelto en si.
-Tranquilo que ya llega la ambulancia.
El dolor era insoportable abrí los ojos y contemplé el rostro de la persona que me había insuflado aliento.
-No hagas ningún tipo de movimiento, estate tranquilo, has estado casi un minuto con el conocimiento perdido, en seguida viene la ayuda.
Sentí las sirenas a lo lejos, pronto se personaron los hombres y mujeres con los chalecos reflectantes, me pusieron una mascarilla, me tomaron una vía intravenosa, y me subieron a una camilla.
No tuve que estar mucho tiempo para recuperarme físicamente de ese accidente, tuve suerte y pronto estuve en casa, pero la recuperación psicológica…eso es otra historia.
Cuando me acostaba por las noches, mi cabeza no paraba de dar vueltas y vueltas a aquel minuto de mi vida, de nuevo pasaban por mi mente las escenas por las que sentía vergüenza, por las que sentía indiferencia,  no podía apartarlas de mi conocimiento.
La única forma que hallé para vivir en paz, fue cambiar mi vida como una vuelta de hoja; lo que antes era superimportante, ahora era insignificante; y lo que antes parecía cotidiano y común, ahora se había convertido en superespecial; lo que antes parecía imposible de realizar, ahora me daba cuenta que era posible.
Fueron pasando los días y comprendí que la mejor forma de no pasarlo mal cuando me volviera a enfrentar a la película de mi vida, era aplicando al revés la ley del Talión, esa que dice “ojo por ojo y diente por diente”:
¡No hagas al de enfrente, lo que no quieras que te hagan a ti!
Conviértete en un espejo que refleje los sentimientos de los demás y refleja en ellos la realidad de la existencia.

Entendí que lo material, lo inerte, se queda en este mundo, absolutamente todo; incluso esa máquina perfecta que es el cuerpo en el que pasas tu existencia.

Y por último comprendí que un segundo, la decisión de otra persona o simplemente el devenir de tu existencia, puede cambiar el destino de tu vida e incluso el destino de tu muerte, por lo que…. como no sé cuándo voy a tomarme de nuevo “café” con esa negra señora; voy a procurar que mi casa esté ordenada por dentro y por fuera no debiéndole nada a nadie, e intentaré disfrutar la vida junto a mi cuerpo al minuto.

LA NOCHE DE LAS TUMBAS ANTROPOMORFAS.

A Luís se le hizo muy tarde, él dedicaba sus horas de trabajo a visitar salones de belleza por la zona del Campo de Gibraltar.
Había tenido que esperar mucho tiempo a que la empresaria de su última visita, terminara de atender a su postrera clienta, una larga espera que no había sido para nada fructífera, más bien le había costado el dinero la invitación a café.
Eso hizo que Luís volviera de regreso a casa ya de noche cerrada, tan cerrada  que la luna y las estrellas se habían escondido, como si se las hubiera tragado la niebla, y de frente sólo atisbaba una densa cortina blanca que el Renault Fluence de Luís  iba cortando forzadamente por el camino de vuelta.
La ruta era sinuosa y estrecha, por ella se accede a la carretera nacional que le llevaría a su residencia en Algeciras.
Ese largo y sinuoso camino estaba bastante mal señalizado, sobre todo a la altura de la meseta de las tumbas antropomorfas.
Él sabía que estaba pasando cerca de las tumbas, y aunque no podía verlas tras la cortina de la blanca nebulosa, se las imaginaba allí yacentes, impertérritas, milenarias.
Los grandes molinos blancos de viento que estaban sembrados en la colina del viento, más adelante, parecían fantasmas que movían los brazos advirtiendo a Luís un no se qué........movían los bazos furiosamente, como queriéndose quitar de encima la pesada losa blanca que se cernía sobre sus cabezas.
Nuestro protagonista conocía bastante bien la zona, pero la luz de los faros se reflejaba demasiado cerca, en la nube de niebla blanca que engullía el coche a cada metro, y que no dejaba a Luís ver más allá de un palmo: el cristal del auto empañado por el vaho y el calor interno del habitáculo, tampoco ayudaban mucho a la visión.
Un poco más adelante del yacimiento de las tumbas antropomorfas, y en una curva cerrada, la rueda delantera derecha del coche cayó a la gavia que bordea el arcén y que sirve para que el agua de la meseta baje bordeando las carreteras hasta el mar.
- ¡MALDITA SEA!
 Espetó Luís.
-¡CÓMO ES POSIBLE?
Si el día había ido mal, Luis no tenía ni idea de los que le esperaba, todavía no había empezado ni por asomo lo peor, y si no.......
Intentó desesperadamente de sacar el vehículo marcha atrás, para ver si podía salir del agujero, pero le resultó imposible.
Para colmo, empezó a llover; una tormenta con aparato eléctrico, que casi disipó la niebla, y sembró una bruma fría, acompañada de grandes avalanchas de agua.
El cielo lloraba abundantemente y cada vez la climatología hace presagiar cosas peores conforme iba pasando el tiempo.
Luís, bajó del coche para ver cómo estaba la rueda y mirar si tenía más daños; pero no recordó que tenía la mala costumbre de llevar el móvil en el bolsillo superior de la chaqueta - cosa común en muchos hombres- por lo que su única posible conexión con cualquier tipo de ayuda, se esfumó navegando por la corriente de la gavia camino de la carretera nacional.
Hasta donde estaba, llegaban lastimeros los aullidos y ladridos de los perros que andaban sueltos por entre el grupo de casas que preside la colina de las tumbas, reclamando algo que Luís no llegaba a comprender.
La situación estaba cada vez más difícil; el llanto del cielo estaba calándolo, y ni su coche,  ni su móvil podían hacer nada para ayudarlo.
Se le pasó por la mente esperar dentro del auto a que algún alma errante pasara por allí, cosa que se le antojaba bastante improbable, pero ya estaba lo suficientemente mojado para decidir no quedarse dentro; tomó la determinación de echar a andar carretera abajo para ver si podía encontrar a alguien que lo ayudara; y la noche, la oscura noche seguía de mal en peor.
- ¿QUÉ MÁS VA A PASAR?
Suspiraba mirando al cielo.
Noche negra y brumosa; lluvia incesante y relámpagos como única luz en la tenebrosa oscuridad; esos relámpagos hacían aparecer siluetas, a lo lejos, de los molinos de viento modernos, que se asemejan a gigantes con los brazos abiertos; y los perros..... y los perros que seguían ululando a lo lejos como si de lobos se tratase.
- NO HAY MÁS REMEDIO.
Se dijo Luís; se subió el cuello de la chaqueta, se arropó como pudo, y empezó a caminar por la tierra del borde de la carretera.
Los relámpagos seguían acercando cada vez más los molinos de viento a los llorosas gafas de Luís, y los malditos perros, parecían como si se acercaran cada vez más.
Caminaba lentamente, mirando a sus espaldas y al frente, buscando desesperadamente ayuda; pero sólo encontraba respuesta de los truenos lejanos de la tormenta, que poco a poco también lo abandonaba.
Pasó muy poco tiempo y ya tenía los pies tumefactos del frío y del agua; los zapatos eran de llamados “de vestir”, y le protegían más bien poco de la humedad y lo gélido del ambiente.
Una de las veces que volvió la mirada hacia atrás esperando ver a los perros, cuyos ladridos cada vez se acercaban más, divisó una luz blanca que se acercaba muy despacio, como flotando por encima del asfalto; no eran faros de un coche, más bien parecía una pequeña caravana con las luces de dentro encendidas pero sin ningún vehículo que tirara de ella, lo que se dirigía hacia él.
Por su cabeza pasaron en un segundo mil cosas, no podía apartar la mirada de esa luz que sigilosamente lo abordaba, en silencio, muy despacio.
Decidió esperar a ver qué pasaba, pero en ese momento los perros dejaron de ladrar, la lluvia se esfumó y los relámpagos se perdieron en la lejanía, sólo quedó la bruma, otra vez esa espesa bruma.....
Cuando Luís pudo ver a través de la niebla qué se acercaba, cuando pudo sentir lo que se le aproximaba, no pudo dar crédito.
- JODER, ¡QUÉ MÁS VA A PASAR ESTA NOCHE?
Un autobús llegaba en silencio, rodando despacio y se acercaba a donde Luís lo miraba anonadado; no sonaban motores, no lucían faros, sólo las luces fluorescentes de emergencia del techo del bus subsistían, iluminando la noche.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo, estaba calado hasta los huesos, tenía frío, los pies mojados, y además ahora, había empezado a sentir miedo.
Por su mente pasaron cientos de escenas de películas de terror, a las que era muy aficionado, el autobús se acercaba cada vez más y las puertas abiertas del mismo le incitaban a subir.
Con las gafas empapadas por el agua, asomó la cabeza dentro del autobús y no vio a nadie, ni conductor, ni pasajeros, ni nadie; sólo la luz tenue que emitía el letrero de SALIDA DE EMERGENCIA, y eso es lo que tenía que haber hecho, salir de emergencia....
Estaba nervioso, indeciso, porque el frio y el miedo le atenazaban las articulaciones y los pensamientos, pero estaba tan cerca la entrada para un cobijo que no tenía más remedio que tomar una decisión.
- SI NO ME CONVIENE, SALTO, ME BAJO Y LO DEJO SEGUIR.
Se dijo, y saltó como pudo al pescante del bus y subiendo los escalones se adentró por el pasillo débilmente iluminado.
Los acogedores asientos de alto respaldo lo invitaban a sentarse, estaba muy cansado, pero el miedo podía al cansancio; se adentró hasta la cocina, pero siguió sin ver a nadie; cada minuto que pasaba, le aterraba más el hecho de que un autobús anduviera en solitario por una carretera local, despacio y en silencio.
Paseó nervioso desde la cocina hasta el metacrilato que delimita el espacio del conductor, pero no había nadie; pudo observar que el volante se balanceaba de derecha a izquierda... pero sin una mano que lo impulsara.
Creía ver entrar a los perros por las puertas abiertas, imaginaba asesinos que estaban escondidos tras los asientos para apuñalarlo, y ¿por qué no? extraterrestres que lo abducirían hacia su nave espacial; ciertamente creía ver todas esas cosas que no existen en realidad , pero que se suelen ver siempre que el miedo se instala en nuestro cerebro.
Pero....... el cansancio y el frío pudieron más que el miedo.......
Sin pensarlo más, se despojó de la chaqueta pesada y húmeda, y se dejó caer en uno de los asientos azul oscuro de alto respaldo en el centro del autobús.
Escuchaba ruidos demasiado extraños, parecía como si presos arrastraran sus pies por la grava con los tobillos abrazados por pesados grilletes; oía respiraciones agitadas, y algún que otro grito ahogado y lastimero; también oía el silencio, un silencio que se había instalado en sus sentidos; ya desaparecieron los truenos, los ladridos, el viento, el ruido que hacen al caer las gotas de lluvia, y eso le producía más miedo; seguía teniendo miedo.... mucho miedo; mas sobre su cabeza cayó como una pesada losa el cansancio y sólo le dio tiempo a cerrar sus ojos y abandonarse a su suerte.....
-QUE SEA LO QUE DIOS QUIERA QUE SEA....
Y se quedó dormido.
El sueño, fue lo suficientemente oscuro para nublar el alma de Luis, que intentaba acomodarse bien en el asiento del autobús acurrucándose para poder entrar en calor, necesitaba el calor, secarse, dormir un poco y que su miedo se esfumara.
En un corto sueño, la dama negra, la señora muerte con su túnica y capucha oscura y su guadaña, entraba despacio y en silencio por la puerta trasera del autobús.
No sabía cómo había podido entrar, ya que la puerta debería estar cerrada, pero lo cierto y verdad, es que se adentró en el bus.
Se acercaba lentamente hacia el asiento donde Luís soñaba despierto, o se despertaba soñando.....
El halo de frío que la envolvía hizo sentir a Luis un repelús de frío que lo sacudió en su asiento, mientras que una huesuda y fría mano iba a plantarse agresiva sobre el hombro izquierdo de nuestro protagonista.
Cuando Luís sintió la humedad fría de los dedos huesudos sobre su hombro, despertó súbitamente del duermevela en el que se encontraba y gritó suplicando...
-¡NO, POR FAVOR, NO ME LLEVE!, ¡NO ME HAGA DAÑO!; YO SÓLO QUERÍA COBIJARME DE ESTA MALDITA NOCHE, SE LO SUPLICO, NO ME HAGA DAÑO POR FAVOR.
Gritó Luis despavoridamente abriendo los ojos de par en par y quedándose perplejo por lo que contemplaban.
-¿COBIJARME?, ¿DAÑO?
¡QUÉ COÑO! , TÚ A EMPUJAR COMO TODO EL  MUNDO, ¡COJONES!, QUE HACE MÁS DE DOS HORAS QUE NOS HEMOS QUEDADO SIN GAS OIL.
Estas fueron las últimas palabras que escuchó Luis antes de que le diera un ataque de nervios.
FIN.