No sé lo que me ha pasado, hace un momento conducía distraídamente camino de casa después de un estresante día de trabajo; un día estresante como casi todos los días de la semana. Sonó el teléfono móvil y sólo hice el intento de cogerlo, mas de repente perdí el control del vehículo y en un instante vi las farolas de la autovía del revés, cerré los ojos como acto reflejo para evitar daños, sentí un dolor intenso en mi cadera derecha y también en el pecho y un golpe importante en mi cabeza.
No puedo concretar cómo fue, pero fue….
De repente, desapareció el dolor y pase volando a través de un túnel oscuro y profundo, al que me cedió el paso una señora vestida de negro; tardé un buen rato en salir; durante ese período de tiempo estuve viendo una serie de escenas (como si estuviera en el cine) de mi propia vida, sentí vergüenza en algunos momentos, orgullo en otros e incomprensión en la mayoría de ellos; la luz se hizo al final y salí del túnel. Me encontré revoloteando por encima de las cabezas que se agolpaban alrededor de mi coche destrozado, incluso por encima de la mía, que estaba mirando hacia el cielo con los ojos abiertos recibiendo un beso de vida de un señor que me insuflaba aliento.
Distinguí a lo lejos que llegaba mi padre…
-¿Mi padre, si hace más de veinte años que murió?
-¿De dónde ha salido?
No tardó en explicármelo:
-Hola hijo, ¿cómo estás? Como verás vengo a recibirte a este el “otro mundo”, ahora vendrán los abuelos y tus amigos que ya pasaron a esta parte.
Me daba cuenta que mi padre, mi compadre Juanjo, mi amigo Guillermo, mis abuelos y los que llegaron después eran diferentes a las personas normales, los conocía perfectamente pero no los podía ni tocar ni relacionarlos con su cuerpo terrenal, pero lo que más me impresionó fue que yo me encontraba en la misma situación; sabía que era yo, que estaba allí pero me veía abajo en la carretera rodeado de gente; ¿Qué estaba pasando?
Mi padre siguió hablando:
-Has pasado a otro nivel en tu existencia, estás abandonando tu vida terrenal y te estás adentrando en otra dimensión; si vienes con nosotros pasarás la línea que delimita la tierra y la eternidad, traspasarás la raya que delimita el encorsetado y limitado mundo en el que has vivido hasta ahora y te adentraras en un nuevo mundo infinito, lleno de paz, de beneficios, sin odio, sin problemas, sin dolor, en suma felicidad infinita.
- Si vienes con nosotros dejarás para siempre tu actual existencia, a tu pareja a tus hijos y a tus amigos hasta que vengan aquí contigo, si regresas por el túnel despertarás abajo, en tu vida actual y habrá que esperar a otra ocasión para cruzar esta línea.
Estaba en una encrucijada, por un lado la situación en la que me encontraba era de placer infinito, no me dolía nada, no sufría por nada; por otro lado, quería volver, me resistía a dejar de ver crecer a mis hijos, a conocer a mis nietos, me resistía a no poder envejecer junto a mi pareja, también había un problema añadido, ¿tendría cuerpo donde vivir?, por lo que veía desde arriba, los que me rodeaban abajo lo estaban intentando con todas sus fuerzas…
Decidí volver, no se cómo ocurrió pero di marcha atrás, me despedí de mi padre con una hasta luego (de eso era de lo que más seguro estaba, que sería hasta luego) y me tiré de cabeza al túnel oscuro del que salí.
La cabeza me daba vueltas, progresivamente fui sintiendo dolor en todo mi cuerpo, oía voces susurrando a lo lejos…
-Parece que ha vuelto en si.
-Tranquilo que ya llega la ambulancia.
El dolor era insoportable abrí los ojos y contemplé el rostro de la persona que me había insuflado aliento.
-No hagas ningún tipo de movimiento, estate tranquilo, has estado casi un minuto con el conocimiento perdido, en seguida viene la ayuda.
Sentí las sirenas a lo lejos, pronto se personaron los hombres y mujeres con los chalecos reflectantes, me pusieron una mascarilla, me tomaron una vía intravenosa, y me subieron a una camilla.
No tuve que estar mucho tiempo para recuperarme físicamente de ese accidente, tuve suerte y pronto estuve en casa, pero la recuperación psicológica…eso es otra historia.
Cuando me acostaba por las noches, mi cabeza no paraba de dar vueltas y vueltas a aquel minuto de mi vida, de nuevo pasaban por mi mente las escenas por las que sentía vergüenza, por las que sentía indiferencia, no podía apartarlas de mi conocimiento.
La única forma que hallé para vivir en paz, fue cambiar mi vida como una vuelta de hoja; lo que antes era superimportante, ahora era insignificante; y lo que antes parecía cotidiano y común, ahora se había convertido en superespecial; lo que antes parecía imposible de realizar, ahora me daba cuenta que era posible.
Fueron pasando los días y comprendí que la mejor forma de no pasarlo mal cuando me volviera a enfrentar a la película de mi vida, era aplicando al revés la ley del Talión, esa que dice “ojo por ojo y diente por diente”:
¡No hagas al de enfrente, lo que no quieras que te hagan a ti!
Conviértete en un espejo que refleje los sentimientos de los demás y refleja en ellos la realidad de la existencia.
Entendí que lo material, lo inerte, se queda en este mundo, absolutamente todo; incluso esa máquina perfecta que es el cuerpo en el que pasas tu existencia.
Y por último comprendí que un segundo, la decisión de otra persona o simplemente el devenir de tu existencia, puede cambiar el destino de tu vida e incluso el destino de tu muerte, por lo que…. como no sé cuándo voy a tomarme de nuevo “café” con esa negra señora; voy a procurar que mi casa esté ordenada por dentro y por fuera no debiéndole nada a nadie, e intentaré disfrutar la vida junto a mi cuerpo al minuto.